En 2008 se produjo la innovación más significativa de nuestra historia conocida. La revolución digital estaba en marcha, pero aún quedaba por descubrir la invención de un software informático que pudiera mantener registros únicos. Los registros informáticos anteriores a 2008 eran fáciles de copiar y cambiar retrospectivamente, lo que limitaba a las computadoras a la hora de almacenar información de forma permanente. Todo esto cambió con la invención de Bitcoin, la primera cadena de bloques. Una vez inventado, los usuarios podían transmitir información y registros a través del software, asegurando que nada pudiera ser manipulado a partir de ese momento. Estos datos, ahora registrados en la cadena de bloques, podrían considerarse inmutables.
Al resolver este problema y con los parámetros adicionales programados en el software inicial de Bitcoin, Satoshi Nakamoto, notablemente anónimo, produjo una tecnología digital que describió como una forma de efectivo digital y, al hacerlo, una forma potencial de dinero que podría mejorar las propiedades económicas de oro.
El oro, como forma de moneda sólida, facilitó la prosperidad de Europa a fines del siglo XIX y fue crucial para el éxito del Imperio Británico. La ruptura con el patrón oro en Europa al comienzo de la Primera Guerra Mundial (ver mi boletín anterior, Government and Bitcoin) fue el comienzo de nuestra iteración más reciente de dinero fiduciario en todo el mundo. El dinero fiduciario es un experimento que se ha intentado muchas veces a lo largo de la historia y siempre ha terminado en un fracaso inevitable (ver Bitcoin y los derechos de propiedad).
Siempre es tentador, cuando eres rehén de la disciplina, querer estar libre de esas limitaciones. La ruptura con el patrón oro no fue diferente, y el deseo de ganar la Primera Guerra Mundial fue un motivador profundo para ello. Los intentos posteriores de volver al patrón oro y las maquinaciones que de él se derivaron generaron un dolor y un sufrimiento insondables. Los excesos crearon los felices años 20 y el apogeo de la bolsa de valores de 1929, lo que condujo al colapso y posterior depresión de los años 30.